sábado, 23 de mayo de 2020

LA POLIGAMIA, ¿SOLUCIÓN O PROBLEMA?, Por José EugenioNsue


BINGOKOM,23 MAYO,2020



LA POLIGAMIA, ¿SOLUCIÓN O PROBLEMA?

Da la impresión, a mí me lo da, de que el hecho de haber, de estar padeciendo dos regímenes dictatoriales bestiales, recalcitrantes, nocivos y tan longevos desde que accedimos a la independencia allá en 1968, los guineoecuatorianos, la sociedad guineana, nos hemos ocultado bajo el parapeto de estas desgracias endémicas y no hemos cogido el toro por los cuernos, empezar a debatir, analizar y abordar aquellas cuestiones vitales (costumbres y tradiciones) que nos han  caracterizado como pueblo y como nación y con las que nos identifican los demás países como es el tema de la poligamia por parte de nuestros expertos, intelectuales y sabios para crear opinión, hacer pedagogía en la sociedad y ver en qué nos beneficia y en qué nos perjudica cuando seguimos manteniendo estas prácticas. Las dictaduras están justificando nuestra inacción y nuestro apoltronamiento en el estatus quo de nuestras costumbres y se nos olvida que todo cambia, el tiempo pasa, las sociedades se transforman y se modernizan y, por su puesto, las personas debemos de cambiarnos, debemos actualizar nuestras prácticas consuetudinarias.

La poligamia, régimen familiar que permite tener más de una esposa al mismo tiempo, ha sido la práctica habitual de muchas culturas sobre todo las africanas mucho antes de la aparición de las religiones importadas (el cristianismo y el islamismo). Independientemente de las explicaciones científicas que nos pueden dilucidar tratados como la antropología, la sociología o la historia, se sabe que esta forma de convivencia centenaria y arcaica tenía que ver con la manera de ser de los primeros pobladores, nuestros ancestros tribales y su cosmovisión; en efecto, los africanos, bantúes, antes de las colonizaciones formaban sus asentamientos por etnias y dentro de esas, se subdividían en tribus, clanes y así, cada tribu construía su poblado y se asentaba generalmente en las orillas de los grandes ríos o cerca de los mismos por razones operativas; se necesitaba el agua para todo: para alimentarse, asearse y para el cultivo... Desde siempre los africanos han creído que el tener varios hijos era un signo distintivo, te hacía rico y era un orgullo tanto para la tribu porque aumentaba el número de sus miembros, muy importante a la hora de defender la tribu y enfrentarse contra las demás que era lo habitual en la época, como también para la familia; los hijos servían de mano de obra (los bantúes eran fundamentalmente agricultores), cuántos más hijos se tenía, más mano de obra se disponía; igualmente el tener varios hijos le garantizaba al progenitor una vejez llevadera porque su prole iba a cuidar de él cuando la necesitara y para conseguir el mayor número de hijos posible, era necesario disponer de varias mujeres. 

Las mujeres concebidas desde esta perspectiva no contaban más que como portadoras de un bien preciado, la prole, y también como la mano de obra; no contaban ni con sus sentimientos, ni con sus gustos; generalmente, ellas tenían que estar dispuestas por un lado a obedecer las elecciones de sus familias, por otro lado al servicio de los esposos que muchas veces ni se conocían antes (la mayoría de los matrimonios era concertada). Las dotes o compensación que daban a los padres por llevar a sus hijas, antes simbólica, las condicionaban porque muchos hombres interpretaban esa compensación, 'nsuá', o dote como el precio de un producto (cosificación de la mujer) y no como intercambio y símbolo de   unión entre los seres humanos con sentimientos, dignidad y derechos. 

Con la llegada de las religiones importadas, se quiso humanizar las relaciones personales, incluido el matrimonio, al recordar a todos que el hombre y la mujer son crea-turas divinas al imagen y semejanza de Dios, y como tales merecían la misma dignidad y el mismo respeto; el cristianismo exigió a todo el mundo que para convertirse había que dejarse bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; debían renunciar a las antiguas prácticas tradicionales en contra del Evangelio como la poligamia y comprometerse a casarse solo entre un hombre y una mujer  como Dios manda: "por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos en sólo ser. De modo que ya no son dos, sino un solo ser; luego lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Mt.19, 5 - 6 ). 

Resulta que los tiempos han cambiado, la vida ha cambiado, la realidad ha cambiado; si antes la vida transcurría en el campo, si las familias se reunían en torno a las aldeas y se dedicaban al cultivo, la caza y a la pesca ahora la gente vive en las ciudades, ya no se vive solo del cultivo, ni solo en chozas, sino que se trabaja en la administración, la industria y en los servicios; en  vez del trueque, hace falta ahora intercambios comerciales que requieren el uso del dinero; el coste de la vida se basa en el dinero; sin dinero no se puede hacer nada actualmente. Desde el punto de vista de los Derechos Humanos y la religión, todos estamos de acuerdo con que todas las personas, hombres y mujeres, niños y ancianos, somos iguales en derechos y ante Dios; los hijos ya no son considerados como mano de obra, tampoco son ya signos ni señal de riqueza; ellos tienen derechos como el de ser educado, crecer en un entorno saludable, tener garantizadas las necesidades básicas (alimentación, higiene, salud, un hogar digno, etc); derecho a una familia (tener un padre y una madre). Si estamos de acuerdo con el principio elemental de: 'no hacer a los demás lo que no quieres que te hagan a ti', ¿cómo es posible que a día de hoy se siga permitiendo  como legal la poligamia o la poliandria? ¿Quién gana cuando se confinan a las mujeres en harenes como en una piara? ¿Quiénes se ocupan de los niños que nacen a consecuencia de esa promiscuidad tolerada?

Pienso que no debemos esperar que se resuelva el desastre y el caos políticos del país para que se empiece a abordar esos temas cruciales que embarran, lastran y agonizan nuestra sociedad. Parece  como si estuviéramos esperando también que unos alienaras vendrán  igualmente a ordenar nuestras vidas como lo esperamos en la política; vivimos como si lo que ocurre con nosotros, a nuestro alrededor y en nuestras sociedades no fuera con nosotros; estamos acostumbrados y convencidos de que individual y personalmente no se puede arreglar nada, hay que seguir con la tradición, no se debe tocar ni cambiar nada, que lo que se ha venido haciendo desde los tiempos pretéritos hay que seguir haciéndolo para no perder nuestra identidad cultural y tradicional; ¿y si no nos gusta como estamos hasta ahora? ¿Si lo que se ha venido haciendo nos condena a la mediocridad, a la miseria y al caos?

Apena oír de labios de las mujeres defendiendo la poligamia, consterna ver a mujeres jóvenes, formadas, aceptar compartir abiertamente los hombres; niñas veinteañeras dispuestas a salir con hombres casados simplemente por querer vivir '¿bien?' materialmente. Para ellas y para sus parientes, el fin justifica los medios; la única forma de salir de la miseria, de vivir cómodo... es ligar, enganchar, pescar y juntarse con un hombre aun casado; ¿y la dignidad, y los principios y su compromiso con sus creencias religiosas?

Es hora de que se hable de este y otros temas que nos afectan directamente, que busquemos fórmulas para adaptarnos a los tiempos modernos, a valorar y poner a la mujer en el lugar que le corresponde ni tanto como en Europa con el movimiento alocado de un feminismo avasallador, ni como en África y otros continentes donde la mujer no ha dejado de ser considerada como florero, un objeto decorativo, un complemento en lugar de un sujeto coadyuvante. Para ello, todos debemos colaborar para que la mujer deje de ser un convidado de piedra, una hamaca donde reposar en caso del cansancio; la Iglesia debe alzar la voz exigiendo que los que se declaran creyentes cumplan con los preceptos eclesiásticos, no es de recibo dar la comunión a las parejas polígamas confesas, pie ejemplo; los legisladores adopten leyes que liberan  a la mujer y la devuelvan sus derechos y su dignidad (ver cómo las maltratan como si fueran seres inertes, inservibles y nadie haga nada para pararlo); los docentes empiecen a enseñar en las escuelas las normas de sana convivencia, respeto mutuo e igualdad en derechos y obligaciones entre las personas de ambos sexos. 

La poligamia está detrás de las prácticas corruptelas de nuestra sociedad porque no hay sueldo que pueda cubrir los gastos que ocasionan las familias numerosas por causa de la poligamia. Si esperamos que lo hagan los actuales mequetrefes de los actuales dirigentes, esperaremos otros 50 años sentados o acostados. Esto no requiere tampoco el beneplácito de la casa real de Akoakam que es el paradigma del desorden social, que ha llegado a reconocer haber engendrado a más de 50 hijos ¿con sus dos esposas y media? Esto es cuestión de la  concienciación individual; depende de ti, de mí, de aquel, de nosotros. 

Así lo pienso y así lo digo; ¿ qué os parece?

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